martes, 21 de noviembre de 2017

Los enfermos de Oskar Schindler




LOS ENFERMOS DE OSKAR SCHINDLER






Amon Goeth: "Hoy es un día histórico. El día de hoy será recordado En años venideros los jóvenes preguntarán con asombro acerca de este día. El día de hoy hará historia y vosotros seréis parte de ella. Hace 600 años cuando en todas partes los culpaban de la peste negra, Kasimiro el Grande, así le llamaban, invitó a los judíos a venir a Cracovia. Vinieron. Trajeron sus pertenencias a la ciudad. Se instalaron en ella, se afianzaron y prosperaron. En los negocios, la ciencia, la educación, las artes. Llegaron sin nada, ¡sin nada! Y florecieron. Durante 6 siglos ha habido una Cracovia judía. Pensadlo bien. Esta noche esos 6 siglos serán sólo un rumor. Nunca ocurrieron. Hoy es un día histórico."


Ralph Fiennes interpreta en La lista de Schindler a un oficial nazi cuyo desprecio y odio a los judíos llega a cotas tan dantescas que aterriza prácticamente en la total indiferencia a la hora de matarlos.
Hablo desde mi experiencia cuando puedo asegurar que en el ámbito de la salud mental habitan personas que comparten muchos de los rasgos de este personaje. También por la de otros compañeros, por supuesto, no se vaya a interpretar que emito un juicio desde recuerdos alterados en fase de locura.
El ayudar al enfermo mental es una labor que muchos psicólogos y psiquiatras llevan a su manera, por no decir que su labor recuerda peligrosamente a la indiferencia de Amon Goeth. Las condiciones, ya de por sí duras en los centros de salud mental, adquieren gravedad en los Ghettos, o si preferís, los ingresos psiquiátricos. Sean de la naturaleza que sean, tanto voluntarios como involuntarios acaban surcando el mismo túnel, un sendero donde a parte de privarte de tu dignidad y espolearte en la rígida dirección del cuadro de mando, sueles acabar preguntándote mientras rebotas de pabellón en pabellón si la historia realmente tendrá un final.
Si ese final es un pabellón de crónicos, puedes dar por sentado que serás tratado, y referido, como auténtica escoria, como llegó a pasarme a mí en un maldito despertar por parte de un celador de difícil olvido. Si bajas la guardia en ese lugar… Al cerrar los ojos bien podrías sentir la ceniza cayendo como nieve en tu rostro, de lo cerca que estarás de tu propio fin.
Cuando finalmente emerges, sales a la calle y tratan de “reinsertarte” en la sociedad, tienes que mirar amablemente al “profesional” que te atienda, a riesgo de, en caso contrario, verte de nuevo inmerso al comienzo del túnel.





Itzhak Stern: "Mire. Esta lista es el bien absoluto. Esta lista es la vida. Más allá de sus márgenes se halla el abismo."


¿Hay luz al final de ese túnel?
Así como le ocurrió a Ben Kingsley en su papel del contable Itzhak, un enfermo mental puede tener suerte y no sucumbir al horror de una etapa en el Ghetto.
Evidentemente, las heridas nunca sanarán del todo. Los efectos de una medicación que, no solo se cronifica, sino que en muchos casos va en aumento, son devastadores a tanto a nivel mental como a nivel físico. Porque, aunque te vendan la meta de la estabilidad por bandera… ¿Qué hay de la niebla que se espesa en tu mente sedando tus sentidos? ¿Es ese un precio que se tenga que pagar obligatoriamente por algo de lo que no se tiene ninguna culpa?
Durante un tiempo pensé que existía un oasis en forma de hospital de día donde los mecanismos de funcionamiento actuaban de modo bien diferente, lanzando excelentes resultados, e incluso “salvando” de la quema que supone la entrada en la oscuridad, el túnel o el abismo a muchos pacientes. Ahora dudo incluso de ese lugar, de sus mecánicas tediosas que apenas varían.
Sin embargo, sí que detecto una difuminada luz cuando me encuentro ingresado, huyendo del juicio de celadores y temiendo a psiquiatras como si de un comandante nazi apuntándome con su arma y su mirada se tratasen.
Hay algunos profesionales, unos pocos, que parecen tener un tacto y una empatía especiales.



Oskar Schindler: “En cada negocio que emprendí, ahora lo veo, no fui yo quien fallo, siempre faltaba algo; aunque hubiera sabido lo que era, no hubiera podido hacer nada porque es algo que no se puede crear; y que marca la diferencia entre el fracaso y el éxito... la guerra.”


¿Se podría imaginar una distopía en la que se pegase un giro a los acontecimientos y los profesionales de la salud mental fuesen juzgados en función de sus actos perpetrados? Desde luego sería una distopía para un nutrido grupo, incluso para las gentes que corren a refugiarse o aislarse de los enfermos mentales, por pavor a lo desconocido o porque también alzan enérgicamente su brazo derecho cuando un enfermo cae en condena.
Supongo que estos pensamientos me nacen de la ira, de la rabia por la frustración acumulada en unos años terribles.
Igual que Liam Neeson en su papel de Oscar Schindler experimenta una suerte de evolución como persona y ser humano, considero que mis tiempos de rebelión contra primero la psiquiatría y finalmente contra todo y todos, incluido yo mismo, han quedado atrás.
Ahora busco luces, en momentos y personas, que acrecienten la visión de una salida al túnel. Porque no se trata de que los enfermos mentales al ser encerrados seamos recluidos en una especie de Ghetto del siglo XXI. Se trata de que incluso cuando se está en libertad se tiene la sensación de estar enjaulado en condiciones durísimas, primero dentro de una sociedad como la que nos ocupa, y finalmente en una mente traicionera y un tanto torturadora.
Así pues, mi Oskar Schindler en particular, son esos profesionales que sí ostentan una vocación a la altura de su empatía con el enfermo. Son esas personas que pese a conocer a corta, media o larga distancia lo macabro que puede llegar a ser un cerebro enfermo, siguen ahí, luchando y peleando. Remando todos juntos por las cloacas del túnel en dirección, siempre, a la luz.


Todas las imágenes están sacadas de Google
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2 comentarios:

  1. " Que animalada " " Que bestialidad " " ¿ Pero que dice ? " " ¿ Como se le ocurre ? "... A toda celeridad esos pensamientos van naciendo y animan a interrumpir abruptamente la lectura ante una comparación tan espantosa. Por fortuna el ser humano tiene la capacidad de pensar racionalmente y, sobre todo, de respirar pausadamente. Unas cuantas de esas respiraciones profundas y retomo la lectura.
    Uno puede estar de acuerdo o no con el símil empleado en esta ocasión pero friamente no es descabellado pensar que muchos pacientes vean sus ingresos y estancias más o menos largas así como sus ulteriores controles como una especie de pertenencia a un "gueto" a compartir con los a veces desoldadores efectos del estigma.
    Afortunadamente como una especie de " Ave Fénix " literaria la mesura, la comprensión y, finalmente, la luz resurgen en ese espantoso agujero creado y unos profesionales de todo tipo que muestran y demuestran vocación por una ciencia tan complicada consiguen que brille un poco el Sol en la oscuridad donde muchos se ven sumidos. A ellos les veo dedicada la mención a este gran ser humano que fue Oskar Schlinder.
    Duro texto, pero impecablemente escrito.

    Saludos

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    Respuestas
    1. Comprendo la sensación inicial de escándalo, pero me alivia el saber que has captado excelentemente la intención de esta entrega de "El símil". Ese ghetto que describes al tratar de meterte en la mente de los pacientes es el que, en algunos casos, se manifiesta con gran crueldad a algunos de nosotros, bien por ingresos inacabables bien por ese estigma tan presente.

      La dedicatoria final es y va exactamente en la dirección que apuntas.

      Gracias por leer y comentar, comentarios así hacen que uno se anime a seguir con máxima ilusión.

      ¡Un saludo!

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