jueves, 3 de noviembre de 2016

Un ritual en la taberna (Capítulo cuarto)
















Si la iluminación que puede llegar a irradiar un corazón sumido en un sentimiento intenso tuviese forma física, el súbito e inesperado apagón de la luz en la taberna no solo no hubiese tenido consecuencia alguna, sino que algo cercano a un sol cegaría a los presentes esa noche.

Las miradas de Olivia y Joel parecían estar fijadas la una en la otra con algún tipo de magnetismo que no cesaba en su empeño de alcanzar nuevas cotas a cada tímido intento por pronunciar algo por parte de ambos.
Lo que fuese con tal de evadir la sensación de riesgo y vértigo que se había instaurado.

Joel, sin embargo, barajaba en una pugna interior la posibilidad de mantener ese pulso con un tiempo que parecía haberse detenido.
Lo que hiciese falta con tal de sentir que se hallaba conduciendo a toda velocidad hacia el mismísimo paraíso.
Los latidos de su corazón así lo atestiguaban.
Fuertes y decididos. Acelerados y ansiosos.

De pronto a Joel le relampagueó algo en la mente, proveniente de una memoria tan neblinosa como la noche en la que se encontraban.
No pudo reconocer la imagen, que esquiva, surcó de forma vertiginosa su visión sin dejar más rastro que algo semejante a un rostro muy familiar.

Olivia pareció darse cuenta de ello, dando con las palabras que se le habían estado resistiendo.
– ¿Ocurre algo? – La dulzura con la que lo dijo hizo que Joel formase una mueca de media sonrisa en la comisura de sus labios, entrecerrando unos ojos que desplazaron su mirada a las manos unidas de ambos, cuyos pulgares jugueteaban persiguiéndose y encontrándose.
Joel recuperó la compostura.
– Eso deberíamos preguntarle al camarero, ¿No crees? – En ese mismo instante el sonido de cristal rechinando provocó que tanto la pareja como el resto de clientes se girasen hacia la barra, donde el camarero, luciendo la mejor de sus sonrisas, sostenía en una mano y en alto una copa, que golpeaba con una cuchara a intervalos regulares.
– Es para mí un placer anunciaros que la fiesta de Halloween… – Una pausa premeditada dio paso a algo que iluminó de nuevo la taberna. Provenía de unas calabazas cuya mirada y sonrisa macabra emanaban una anaranjada y viva luz, rojiza por momentos, que habían sido repartidas por el local sin que nadie hubiese reparado en ello. El camarero entonces puso fin a su pausa. – … ¡Va a comenzar!

Un griterío se apoderó del ambiente, mientras la mayoría de los presentes se abalanzó a la barra para pedir otra ronda de bebida.

– Joel… Te noto algo afligido. – Olivia parecía haberse alejado de esas dudas tormentosas que supuestamente la perseguían desde que Joel la vio entrar por la puerta. Se había inclinado sobre sí misma para buscar su mirada con una sonrisa bondadosa, quizá incluso pícara, tatuada en su rostro. Mientras pronunciaba esas palabras mecía como invitando a reaccionar las manos de su acompañante.
– Ahora me tomaría una cerveza. – Joel hizo una mueca como lamentándose, aunque resultó también cierto que Olivia había logrado animarle, venciendo el pequeño bache que había atravesado cuando el camarero anunció el comienzo de la celebración. Fue su turno para devolver cargar de picardía tanto su mirada como su voz: – O tres, o diez…
– Si hombre, y cuarenta. – Olivia bufó y mientras Joel soltaba una carcajada ésta liberó sus manos para empujarle cariñosamente a modo de regañina.

Transcurrió el tiempo y todo el mundo lo estaba pasando en grande con las actividades y juegos que el camarero había planificado para la ocasión.
Olivia y Joel, sin embargo, parecían estar en su propia taberna dentro de la taberna.
Saltaba a la vista, de modo que aunque en un principio el resto de presentes hablaron con ellos y les invitaron a participar en sus actividades, poco a poco, fueron dándose cuenta de como algo que parecía puramente mágico se estaba gestando con férrea delicadeza esa noche. Algo que había que respetar.
De pronto la luz de las calabazas se tornó tenue.
– A ver qué pasa ahora. – Comentó Joel divertido.
Y fue en cuanto se escuchó la primera nota de una canción que inundó de música la taberna que Olivia dejó escapar un grito de emoción, llevándose una mano a la boca y, dando unos brincos, sacudiendo un brazo de Joel con la otra.
Al parecer era una de sus baladas favoritas.

Joel no se lo pensó dos veces.
– ¿Bailamos? – Lo preguntó ya con sus manos apoyadas en la cintura de Olivia, que parecía estar tan contenta como animada.
Cuando ella se abrazó a él, Joel pudo respirar el aroma que desprendía su sedoso cabello. Dejó que sus labios se deslizasen, en una especie de beso de largo recorrido, por un lateral de esa cabeza que contenía una mente que se le antojaba maravillosa.

Cuando sonaba el estribillo de la balada, Olivia intensificaba su agarre, hasta que de pronto separaron a cierta distancia sus cabezas, fijando como tiempo antes sus miradas el uno en el otro.

Solo que ahora no había nada de vertiginoso en ello.
Era el corazón de Joel el que, sin embargo, parecía querer salirse de su interior de lo fuerte que palpitaba.
Su mirada, rebelde a sus esfuerzos, descendía cada vez que se descuidaba a unos labios carnosos que Olivia humedecía con su lengua.  







El camarero nos sorprendió con una fiesta que en absoluto esperaba y acabé aceptando la propuesta de Joel para bailar. Mi cuerpo estaba un poco tenso quizá por el recuerdo del último baile que realicé.

Pero en ese momento me encontraba ante otra persona completamente diferente y en un contexto extraño. Sus ojos me hipnotizaban hasta el punto de no poder retirar mi mirada de la suya. Estar con él me hacía sentir muy cómoda y, a pesar de mis recuerdos, provocaba en mí sensaciones que se contradecían unas con otras. Me ponía nerviosa, pero no hacía nada por calmarlo. Me gustaba sentirme así, era como recordar sensaciones anteriores que en realidad deseaba olvidar.

No supe en qué momento exacto empecé a pensar en una posibilidad que consideraba remota en un principio. Sin embargo, aunque el clavo que saca a otro bien enroscado estaba bien, no me gustaba la idea de aplicarlo a lo que estaba viviendo en ese instante.
Lo que tuviera que pasar, que surgiera sin más.

Suspiré y apoyé mi cabeza en el hombro de Joel, abrazándole con más intensidad. Su aroma embriagó mis sentidos sustituyendo, por un momento, aquel que tenía guardado en algún rincón de mi mente. Me separé un poco para poder mirarle de nuevo con una sonrisa tímida que duró poco tiempo.
— ¿Hay algo que desees hacer en este momento? —dije en voz baja para otorgarle más intimidad, si cabía, a lo que estábamos viviendo.
Aunque quien parecía desear algo era yo.
Deseaba sentir de nuevo algo diferente al dolor que había estado experimentando, pero no sabía si era la forma adecuada de propiciarlo.
Mis dudas siempre acechándome a cada paso que daba.

Humedecí mis labios, tras haberlo hecho ya algunas veces, y acerqué mi rostro al de Joel con lentitud. Quería sentir el palpitar de mi corazón acelerado y verme en el precipicio antes de saltar. Ansiaba sentir el vértigo y ese cosquilleo producido por la caída libre experimentada.
Me detuve a escasos centímetros de sus labios para observar sus ojos desde la corta distancia que nos separaba.
—A mí me gustaría hacer algo, pero... —No pude evitar volver a pasar mi lengua por los labios. Sentía que se me secaba la boca y apenas había hablado—. ¿Crees que vale la pena?
Oí cómo tragaba saliva ante lo dicho.

Hacía tiempo que nos habíamos detenido y permanecíamos el uno frente al otro, aún con mis brazos rodeando su cuello y con sus manos sobre mi cintura. Me atrajo con un leve empujón hacia él, provocando que mi corazón reaccionara aumentando las pulsaciones de cada zona de mi cuerpo. Su aliento cálido chocaba con el mío en el reducido espacio que nos separaba y que él mismo salvó tomándome por la nuca y acercando sus labios a los míos. Cerré los ojos y me dejé llevar enredando mis dedos en algunos mechones de su pelo.
Llevaba tiempo necesitando algo así de intenso.
Suspiré en sus labios dejando escapar un jadeo involuntario que me impulsó a darle más intensidad al beso. Pegué mi cuerpo más al suyo, buscando que cada parte de mi cuerpo estuviera en contacto con el de Joel. Sus manos seguían manteniendo su agarre firme sobre mi cintura y mi nuca, incluso cuando nos separamos con la respiración entrecortada.

Algo había cambiado en la expresión de Joel. Su sonrisa alcanzaba a sus ojos, ya no parecía tan afligido como antes.
—Ha sido increíble. —Fue lo único que pude decir.




LA CANCIÓN QUE BAILAN OLIVIA Y JOEL




Podéis leer tanto este como el resto de capítulos en 
Ficción Romántica, el blog de R.



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2 comentarios:

  1. Uooo Que romantico a quedado! Me he llevado una grata sorpresa. Además tanto en una parte como en la otra he podido sentir perfectamente como se sentían los protagonistas.
    Por ahora es el que más me ha gustado.

    P.D: falta alguien en el fondo sacando un calcetín XDDDDD

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  2. Conociendo la obra de Víctor se que en su caso dos más dos casi nunca suman cuatro... así que no me atrevo a intentar siquiera anticipar una suposición de como va a acabar está historia... por ahora solo decir que en los dos últimos capítulos ha pasado de "Vals"a"Rock & Roll"...

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